Roberto Rivera
Pérez
¡Parece
que Dios, en ocasiones, sí juega a los dados!
Al transitar por uno de
los senderos del debate teórico sobre la evolución social, se ha reconocido que
la historia de la humanidad (en términos generales), se ha ido construyendo
sobre la base de distintos procesos en continuos y disimiles altibajos,
llamados estadios. Éstos, se refieren a esos momentos de
transición que motivó la idea del desarrollo de la evolución humana en términos
unilineales. Entre los que se pueden incluir: el periodo del Paleolítico
(caracterizado por la elaboración de cerámica, grabados, pinturas rupestres, el
comienzo de la domesticación de animales) seguido por la Revolución Neolítica
(caracterizada por la invención de herramientas y armas, el descubrimiento de
la agricultura, la domesticación de animales –ganadería-, la herrería, la escritura
y el intercambio económico), rematado por el Renacimiento, la Revolución
Industrial y otras épocas específicas.
Donde el avance
“evolutivo” de cada una de las organizaciones sociales y demás países, se medía
y catalogaba sobre la base de las evidencias materiales que se utilizaban, y se
comparaban directamente con el avance tecnológico de la sociedad inglesa
industrializada. La cual, se autodenominó como la precursora universal de la
modernidad del siglo XIX.
La mayor parte de los
intelectuales de este tiempo, entre los que se puede incluir a: Linneo, Darwin,
Engels, Spencer y muchos más. Reconocieron un vínculo muy lejano, pero
existente entre los homínidos y los seres humanos. Caso concreto, fueron los
ensayos de El origen del hombre de
Charles Darwin, El papel del trabajo en
la transformación del mono en hombre de Federico Engels y demás aportes
neodarwinistas contemporáneos, como son las reflexiones de Serralonga (2002) y
Cela Conde (2003), por mencionar algunos.
Indagaciones recientes
entre las que se ubica a Lizárraga Cruchaga, sostienen que la hominización debe ser entendida –cito-:
[Como el] proceso de
corte bioestructural y funcional que emerge y subyace como fenómeno y proceso,
dando lugar a transformaciones y nuevas y subsecuentes emergencias en un
sistema ecológico en un constante y aleatorio movimiento. [Siendo] necesario pensarla como emergencia y configuración de
formas y movimientos que no tienen una meta, y que, por lo mismo no son mejores
ni peores que otras formas y movimientos (coetáneas o precedentes), sino que
son las que se dieron, las posibles en el momento y en el lugar, en esas
condiciones y a través de las relaciones que se venían dando tan perfectas como
imperfectas. En tal sentido, pensemos la hominización como proceso que da oportunidades, pero como toda dramaturgia
trascendente no da concesiones.
[Asimismo,] la hominización produce modificaciones tanto cuantitativas -las
menos quizás- como cualitativas, pero a través de su humanización, la vida, la
forma y el movimiento del primate homínido entra de lleno en competencia
generalizada y sin cuartel con los componentes de los entornos ecológicos que
atraviesa, que fractura y construye (Lizárraga, 2002). Corchetes míos.
Me gustaría enfatizar en
esta última parte, y apuntar que la
humanidad primate –en términos de Lizárraga (2002)-, ha sido la única que
en algún momento de su historia (su trascender por los estadios autoinventados)
elaboró e incorporó (incluso de otra
especie humana, pero que no corrió con la misma suerte que nosotros) las
nociones de los constructos sociales, sobre: el tiempo, espacio, las relaciones
de género y de poder, la noción de la propiedad y pertenencia, las ceremonias
(del nacimiento, la fertilidad, alianza y mortuorias), los rituales y constructos
simbólicos, las formas particulares del lenguaje (idiomas) y la regla universal
del incesto que da pie al intercambio matrimonial. Por lo tanto –cito-: “el novedoso primate se
plastifica biológicamente y se hace a sí mismo más polimórficamente defensivo y
propositivo. Así, la animalidad no se
pierde, se pervierte”. (Lizárraga, 2002). O en otras palabras, se incorporó
la noción de cultura y todas sus implicaciones en el espíritu de esta humanidad
primate.
Quizá lo importante para
los estudios de la complejidad humana, no sea tanto caer en el relativismo y
referir a toda clase de variantes entre los distintos grupos culturales. Sino
más bien, tratar de identificar las prácticas en común y las constantes
culturales, a pesar de las distintas condiciones históricas, geográficas, ecológicas
y ambientales que pudieran distorsionar los resultados –como refiere Rivera
Pérez (2018 y 2020)-. Pues no se puede olvidar, que: ¡El todo no es lo mismo que la suma de sus partes! Y ¡Una pila de ladrillos, no componen una
casa!
Finalmente, cito de Lévi-Strauss:
El “progreso” no es ni
necesario ni continuo; procede por saltos, o, como dirían los biólogos, o por
mutaciones. Estos saltos no consisten en llegar más lejos en la misma
dirección; van acompañados de cambios de orientación, un poco al modo de
caballo de ajedrez, que siempre tiene a su disposición varias progresiones,
pero nunca al mismo sentido. La humanidad en progreso no se parece nada a un
personaje subiendo una escalera, añadiendo con cada uno de sus movimientos un
nuevo peldaño a todos los que ha conquistado ya; más bien recuerda al jugador
cuya suerte está repartida entre varios dados y que, cuanta vez los lanza. Lo que se gana con uno siempre se corre el
riesgo de perderlo con otro, y sólo de vez en cuando es acumulativa la
historia, es decir, las cuentas se suman para formar una combinación favorable.
(Lévi-Strauss, 2004).
Fuentes:
Cela Conde, C. (2003).
¿Qué es un homínido?. En R. Gutiérrez Lombardo, J. Martínez Contreras y J. L. Vera
Cortés. Naturaleza y diversidad humana.
Estudios evolucionistas. México, CEFPS-Vicente Lombardo Toledano.
Darwin, C. (2002). El origen del hombre. Colombia,
Panamericana.
Engels, F. (1998). El papel del trabajo en la transformación
del mono en hombre. México, Quinto Sol.
Gordon Childe, V. (1980).
Los orígenes de la civilización.
México, FCE.
Hours, F. (2014). Las civilizaciones del Paleolítico.
México, FCE.
Kluckhohn, C. (1970). Antropología. México, FCE.
Lévi-Strauss, C. (1985). Estructuras elementales del parentesco. México,
Origen / Planeta.
Lévi-Strauss, C. (1987). Antropología estructural. España, Paidós
Básica.
Lévi-Strauss, C. (2004). Antropología
estructural Mito, sociedad, humanidades. México, Siglo XXI.
Lizárraga Cruchaga, X.
(2002). “Pensar al primate humano: pensar la hominización-humanización” en
Pérez Taylor, R. (Comp.). Antropología y
complejidad. España, Gedisa.
Rivera Pérez,
R. (2020). La neguentropia en el proceso de la evolución humana. En M. V., Nava
Avilés. Complejidad y
transdisciplinariedad. Ciudad de México, México: Castellanos Editores. Recuperado
de: https://cafge.files.wordpress.com/2017/05/2020-complejidad-y-transdisciplinariedad.pdf
Rivera Pérez,
R. (2018). Manifestación del Orden-Rey en la evolución humana. En C. J.,
Delgado Díaz. Investigar desde el
Pensamiento complejo. Ciudad de México, México: Multiversidad Mundo Real
Edgar Morin.
Serralonga, J. (2002). El
adiós a Eva, Adán y la manzana, y la bienvenida a una historia de simios,
África y seres humanos. En J., Martínez Contreras y J., Véa. Primates: Evolución, cultura y diversidad.
México, CEFPS-Vicente Lombardo Toledano.
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